martes, 27 de noviembre de 2007

LA ESTRATEGIA DEL CARACOL. Sergio Cabrera (Colombia) 1994




Dirección y producción: Sergio Cabrera (Colombia, 1994)
Guión: Humberto Dorado, a partir de una historia de Sergio Cabrera y Ramón Jimeno
Fotografía: Carlos Congote
Música: Germán Arrieta
Diseño de producción: Enrique Linero y Luis Alfonso Triana
Montaje: Manuel Navia y Nicholas Wentworth
Reparto: Frank Ramírez (Romero), Fausto Cabrera (Don Jacinto), Sain Castro (Justo), Ernesto Malbran (Lázaro), Víctor Mallarino (Doctor Holgun), Luis Fernando Munera (Gustavo Calle), Humberto Dorado (Victor Honorio Mosquera), Florina Lemaire (Gabriel / Gabriela), Gustavo Angarita (Fray Luis), Vicky Hernández (Doña Eulalia), Edgardo Román (Juez Díaz).
Duración: 107 minutos.


Cine para pensar - La estrategia del caracol

Esta película de 1993 del director Sergio Cabrera constituye, antes de la reciente eclosión del cine argentino y de la irrupción de la tríada de directores mexicanos (Cuarón, Glez. Iñárritu y Del Toro), quizá el mayor éxito del cine iberoamericano en los países hispanohablantes de los últimos tiempos. La película narra, en un tono de comedia satírica, las aventuras de los vecinos de uno de los barrios más pobres de Bogotá, que luchan para evitar el derribo de la casa donde viven, propiedad de un millonario sin escrúpulos. Defendiendo el edificio contra jueces y policías, planean una original estrategia ideada y dirigida por Don Jacinto, un viejo anarquista español, que tararea constantemente A las barricadas, mientras elabora o ejecuta sus descabellados planes. La lucha contra los especuladores y los corruptos está perdida antes de empezar, pero los vecinos están dispuestos a hacer lo que sea para defender su dignidad. Y como los caracoles, los vecinos planean llevarse la casa encima...

Sin duda, una película atractiva, a ratos dramática y a ratos delirante, que contiene tanto momentos de comedia cuando critica de manera demoledora la corrupción funcionarial, los absurdos de la burocracia más inútil o plantea las dificultades de un transexual por afirmar su condición en un país de moral católica, como promueve hondas reflexiones acerca de cuestiones como la crónica desigualdad social en los países iberoamericanos, la ausencia de barreras políticas a los grandes proyectos de los grandes emporios económicos, que incluso se sirven de la fuerza pública contra el pueblo para lograr sus fines especulativos, la utilización del recurso a la violencia, tanto por parte de los pobres para reinvindicar sus derechos como por los poderosos para eliminar la oposición, o el papel que desempeña la prensa, ‘desinformando’ sobre lo que realmente está ocurriendo (’cameo’ del famoso cantante de ballenatos Carlos Vives como reportero engominado y con gafas de pasta).
Vista desde España, la película aún genera mayores planteamientos dado el estado del sector de la vivienda. Es casi imposible ver la película sin establecer analogías con la situación española, que quizá se desconoce en Iberoamérica, en cuanto a las dificultades en las que se encuentran quienes buscan vivienda o intentan pagarla. Un país que ha sustituido la envidia por la especulación como deporte nacional, donde los acusados de corrupción urbanística logran tantos minutos de atención mediática como los futbolistas o los famosos de pastiche, donde los partidos tratan de proteger a sus imputados por corrupción volviendo a presentarlos como candidatos a cargos políticos, donde se construyen edificios para complejos turísticos sin licencia y en lugares de valor medioambiental que son consentidos, amparados, impulsados cuando no directamente financiados por autoridades públicas, donde hay zonas enteras de costa sin un metro cuadrado libre de hormigón, donde en provincias enteras puede pasarse directamente de pueblo a pueblo sin dejar de circular entre bloques y urbanizaciones, donde se construyen campos de golf donde no hay una gota de agua, donde un constructor puede levantar cuarenta mil viviendas enmedio de ninguna parte sin permiso y exige además que se le dote de los servicios necesarios con un ayuntamiento que corre veloz a concedérselos, en resumidas cuentas, el primer productor de cemento y de hormigón de Europa, donde se construye más que en Gran Bretaña, Francia y Alemania juntos, donde, en ciudades como Zaragoza, de unos 650.000 habitantes, hay en torno a 60.000 pisos vacíos, donde la Administración se llena los bolsillos comerciando con el suelo público, donde los bancos hacen el caldo gordo cobrando comisiones draconianas por financiar bienes de primera necesidad como la vivienda, donde nadie hace nada para que quienes apenas cobran entre 500 y 1000 euros al mes, y que por tanto a la única vivienda a la que pueden acceder es a vivir con sus padres hasta que puedan vivir de sus hijos o a un sorteo más ansiado que el Gordo de Navidad, puedan aspirar a crear una familia, donde la gente tiene que planificar cuántos hijos va a tener y cuándo puede permitirse tenerlos en función de las habitaciones que tiene el único piso que puede pagar, donde hay gente mayor que tras pagar a duras penas su piso tiene que entregárselo a un banco para poderse pagar una residencia de ancianos, donde partidos políticos se oponen a políticas sociales de vivienda porque corta las alas de los negocios de sus miembros o de los grupos empresariales que los apoyan, donde votan a favor o en contra de proyectos según se les permitan construir apartamentos de lujo o no, donde estos mismos partidos, en vez de denunciar a los miembros que se corrompen en el sector en busca de dinero fácil y cómodo se dedican a disculpar su actitud o a ignorarla abiertamente, mientras critican hasta la saciedad a los rivales cuando son sus militantes los acusados, donde exigen más suelo para vivienda libre a precios abusivos que para centros hospitalarios, bibliotecas o viviendas sociales, donde un piso cuesta aproximadamente entre un 46 y un 54% más de lo que vale, y donde hay gente, en suma, que todavía se sorprende de que las cifras de abstención en las elecciones sean tan altas.
Viendo la película ganas dan de comprarse uno los ladrillos, el cemento, el hormigón, un tractor y una grúa, y levantarse su choza en cualquier rincón. Viviríamos tranquilos, por el momento. Porque no tardaría mucho una autoridad municipal en abrirnos un expediente expropiatorio para tirarnos la choza y levantar en su lugar un complejo con varios hoteles, tres o cuatro playas privadas, algún parque acuático, dos o tres parques temáticos, y un par de rascacielos de baratísimos y enormes apartamentos de superlujo a un par de cientos de miles el metro cuadrado... Pero tranquilos, que la familia real no tiene ese problema, aún tienen suelo en La Zarzuela para construirse tres o cuatro palacetes más de unos cientos de metros cuadrados para que correteen las decenas de nietos, primos, sobrinos, etc. que constituirán la flor y nata de la aristocracia patria en el próximo siglo, cuando todos vivamos en la calle y miremos hacia las fachadas de fantasmales edificios vacíos.

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