jueves, 20 de septiembre de 2007

CUÁNTO ME AMAS, Con Mónica Bellucci






Dirección y guión: Bertrand Blier.
País: Francia.
Año: 2005.
Duración: 95 min.
Género: Comedia dramática.
Interpretación: Mónica Bellucci (Daniela), Bernard Campan (François), Gérard Depardieu (Charly), Jean-Pierre Darroussin (André), Edouard Baer (Edouard), Farida Rahouadj, Sara Forestier (Muguet), Michel Vuillermoz, François Rollin (Michael).
Producción: Olivier Delbosc y Marc Missonnier.
Fotografía: François Catonné.
Montaje: Marion Monestier.
Dirección artística: François de Lamothe.
Vestuario: Catherine Leterrier.
Estreno en Francia: 26 Octubre 2005.
Estreno en España: 27 Enero 2006.

SINOPSIS
La vida de François (Bernard Campan), un solitario y gris oficinista parisino, está a punto de cambiar. Al tocarle la lotería llega a un extraño pacto con una hermosa prostituta italiana de la que está enamorado, le dará 100.000 € al mes si vive con él indefinidamente, hasta que se acabe el dinero. Daniela (Mónica Bellucci) acepta empezando así una original y tortuosa historia de amor no exenta de romanticismo, pasión y sexo. Pero no será tan fácil despedirse así como así de Charly (Gérard Depar-dieu) y del mundo de la noche...

En el Pigalle de los clubes nocturnos, ella es quien encarna la Belleza profesional. Y ella es Monica Bellucci. Cuando un cliente la ve, se queda sin aire. El cliente, interpretado por Bernard Campan, acaba de ganar la lotería.
Tras preguntarle a Monica: «¿Cuánto?», le pide que se convierta en su esposa. Ella acepta...

Pero no es fácil despedirse así como así de Charly (Gérard Depardieu) y del mundo de la noche...

Entrevista con el director Bertrand Blier

¿Cómo se le ocurrió la idea de este encuentro corriente y al mismo tiempo asombroso entre un hombre del montón y una chica despampanante?
Primero pensé en que él fuera un hombre que pasa todas las tardes por delante de un bar en el que hay una chica despampanante. Eso es lo corriente. Yo vivo cerca de Pigalle y a veces he pasado por bares donde hay auténticas bellezas, no de éstas que ni fu ni fa, sino verdaderos cañones. Damos por sentado que la vida del protagonista no es nada del otro mundo, probablemente porque es tímido. Su físico no se corresponde con los cánones de belleza actuales. Y él sufre por eso. Es un tío del estilo de Michel Houellebecq. La elección de los actores es muy importante en esta historia, porque al fin y al cabo una película es eso, la elección de los actores. Puedes escribir todas las historias que quieras, pero si no tienes a los actores, se quedan en el cajón.

¿Por qué se eligió a Monica Bellucci y Bernard Campan, que son la columna vertebral de la película?
Monica es una cosa, pero ponerla frente a un hombre como Bernard Campan es poner a una mujer despampanante frente al prototipo de francés medio...

¿O sea...?
Hay caras en el cine francés actual que hablan por sí solas, y Bernard Campan es una de ellas. Tiene la típica cara de francés pillo, listo, echado para adelante. Si hubiera vivido en el año 44 habría luchado en la Resistencia, lo habrían torturado, y seguramente habría salido vivo porque es listo. Es un «perdedor ganador». Perdedor al principio, pero ganador al final. Por eso digo que en el cine la elección de los actores es más importante que el guión, que no es más que una formalidad cuando tienes actores como Monica Bellucci y Bernard Campan.

¿Creó el personaje de Daniela a medida de Monica Bellucci?
¡Pues claro! Esta película existe porque un día fui a ver Irreversible, de Gaspard Noé, y me encantó, me quedé impactado con la impresionante presencia de Monica. Nunca había visto nada igual en la historia del cine, ni siquiera Marylin Monroe actuó jamás así. No es que quiera comparar talentos entre actrices, no es eso, pero esa audacia, esa libertad de movimientos, ese cuerpo, esa explosión... ¡y encima estando vestida! Entonces pensé: «¡Tengo que hacer algo con ella!, ¡para eso hago cine!».

¿Para eso, para qué?
¡Para rodar con mujeres! A uno siempre le hace ilusión rodar con Depardieu o Jean Carmet. He tenido la suerte de trabajar con grandes actores. Pero creo que hasta ahora nunca me había pasado algo como lo de Monica Bellucci. Y no estoy hablando de talento. He trabajado con grandes actrices, como Carole Bouquet, que es la belleza personificada, es algo diferente. A mi edad, se pueden decir estas cosas. Monica crea el ambiente. Llega, se sienta, se fuma un cigarro y crea el ambiente. Todos quieren acostarse con ella, está claro, no hace falta ser un obseso sexual para eso. Ella trabaja en un bar y cobra mucho. Bernard Campan es el actor ideal para esta situación, porque tiene encanto. Campan es un follador, no un gran follador pero sí un follador. Una vez que tienes a estos dos actores, ya tienes la película.

Da la sensación de que ¿Cuánto me amas? se mueve entre el pudor y el impudor. ¿Es intencionado?
No, no se trata de pudor o impudor. Es una película con Monica Bellucci. No puede haber impudor, a través de su ropa se adivina todo. Cuanto más vestida está, más turbadora y excitante resulta. Es una película hecha en torno a una actriz, para una actriz. No la habría hecho para ninguna otra. No tendría ningún sentido.

¿Por qué?
Porque Monica tiene al mismo tiempo esa sensualidad y esa espontaneidad únicas. Yo soy sólo un director que pensó: «Esa mujer es una bomba». Y a partir de ahí decido hacer algo con ella y me invento a un personaje que la compra con cierta cantidad de dinero. De hecho, el cliente lo que realmente quiere es regalarse esa chica... Es un tema interesante, el de proponer un sueldo a una puta para que viva contigo. No me parece ninguna aberración. Me parece una premisa razonable. No es mucho más absurdo que pagar una prestación compensatoria vitalicia. Es algo coherente. Hay chicas a las que se paga antes y otras a las que se paga después. El hombre paga.

¿Eso le molesta?
Es muy jodido. Las mujeres se liberan, reivindican igualdad, y tienen razón en hacerlo, pero no tiene sentido que tengas que empezar a pagarles cuando las dejas. Cuando son ellas las que nos dejan nosotros no les exigimos una pensión... Así es el sistema estadounidense, pero eso no significa que todo el mundo tenga que imitarlo. ¿Dónde queda entonces la libertad de la mujer? Y que conste que no estoy hablando de hijos. Cuando se trata de mantener a los hijos hay que pagar pensiones, y eso es perfectamente normal. El papá paga, la mamá paga; todo el mundo paga. Pero cuando se trata simplemente de una sanción judicial, es decir, cuando te condenan por dejar a una mujer que ya no te la pone dura, ¿qué es eso? ¿un delito? Con la puta pagas antes. Primero te dice el precio, y luego te informa: sabes que es una puta. No puedes hacerte el sorprendido.

¿Monica, o sea, Daniela, encarna al ideal de mujer?
Encarna lo que ella es, es decir una mujer. De otra época. De una época en que las mujeres no se pasaban el día contándose los michelines. Hay algo de opulento en ella. Y a los hombres nos gusta la opulencia. Nos gustan mucho las mujeres que sabes por dónde cogerlas, con las que hay donde agarrarse. Si no, para escalar una pared lisa nunca sabes dónde clavar los pitones. La mujer eterna es la que por lo menos tiene «materia». La película es sin duda franco italiana. El director es francés, pero la actriz principal es italiana. Y todo en ella, su cuerpo, sus senos, su trasero, es Italia, es ópera. Aquí no hay música de acordeón. Hacia el final de la película, cuando ella tiende su ropa interior en el descansillo, uno se acuerda de Sofia Loren en Una jornada particular. Esto es algo que he descubierto durante el rodaje. Existe una historia de amor entre Francia e Italia a nivel cultural. Muchos fraceses que han tenido poca suerte en la vida se dicen: «En el peor de los casos, si no puedo vivir en Francia, me iré a Italia». Es el único sitio que un francés piensa que podría soportar.

Entonces, ¿no hay Francia sin Italia?
No. Por eso en mi película hay tanta ópera y ese desfile de combinaciones... Hicimos ensayos con Monica, y nunca he visto nada parecido.

¿Piensa que el amor es la verdadera revolución?
La verdadera revolución es el sexo. Ahí está la verdadera revolución. El amor es un ideal; sin embargo, follar en el metro a las seis de la tarde sí que es una revolución. El sexo sigue molestando ahora, incluso puede que más que cuando comencé a hacer cine.

¿Le parece que ¿Cuánto me amas? es una película que molesta?
Yo no busco que moleste. Es una película de mimos, suavecita. Es como un animal de compañía, que hay que sacarlo de vez en cuando. Pero la historia en sí es violenta, peligrosa y un poco inmoral, porque a las mujeres no se las compra. Eso no se hace. Pero él, el protagonista, lo hace.

Pero eso no impide que Daniela se enamore de él...
Sí. A ella la seduce el amor de él.

Y en un momento dado ella duda entre su chulo y él, ¿no es así?
En realidad no es un chulo, sino un hampón. Está claro que el mejor amigo de una chica que trabaja en un bar de Pigalle no es precisamente un Bernard Kouchner. Ella está con los malos. Pero al mismo tiempo, Daniela es muy pura. Es una puta sublimada. No se le ven vicios. Es ambiguo... no se sabe mucho de ella. Ella va con el más cachas.

En su libro Pensées, Répliques usted escribe: «Una mujer que da mucho amor acaba por hacerse amar». ¿Eso es lo que le pasa a Daniela, que da mucho amor?
Ella no tiene necesidad de darlo. Se hace querer sin más, desde el principio. En general, podría decirse que las putas son tremendamente románticas. Hablo de las verdaderas putas, de las que trabajan. No estoy hablando de chicas muy jóvenes, que son unos diablillos. Hablo de las de verdad, las que tienen muchos tiros dados. Ésas lo que quieren es encontrar al hombre de su vida y dejar de trabajar. Es lo típico. No son pocas las putas que acaban casándose con sus clientes. Esto lo que yo creo, pero lo cierto es que no sé nada, no tengo datos. En la película, esto resulta confuso, porque ella en realidad no necesita un compañero. Puede seguir su camino sola. Sin embargo, al final se «formaliza»: está ahí con sus trapitos, a la italiana, en plan casero, con su cocina y sus cosas. Se convierte en una mujer corriente. Una mujer que ya no es prostituta.

¿Cómo podemos situar esta película dentro de su carrera?
Yo no la situaría; sería imposible, porque la carrera de un director es fruto del azar. Digo esto porque soy yo el que escribe mis películas y nadie me dice lo que tengo que contar. Cada vez que elijo una película, hay otras tres o cuatro que se quedan fuera. Muchas veces, una película se hace porque tal actor no está libre y tal otro sí. O porque el productor la lee y se ríe. Por eso es importante la inspiración. Cuando las dos o tres primeras páginas están escritas de una forma que resulte agradable y apetezca seguir leyendo, en eso momento la película ya está hecha. No es cuestión de tener sintonía con el productor, ni siquiera con los actores. Lo que hace falta es ese misterio que hace que, de golpe, tengas ganas de escribir una película. Hay otras historias que te gustan mucho, que podrían ser películas estupendas, pero que no te apetece escribir.

¿Tanto cariño le tenía usted a esta historia?
No lo sé, pero me salió del tirón, desde las primeras páginas, la primera escena. Cuando tienes la primera escena, entonces sigues. No es más que eso.

Entonces, ¿es fruto del azar?
Sí, mucho. Aunque también es fruto de una lógica personal, secreta, obsesiva, que hace que te decidas por hacer una película y no otra.

¿Diría que ¿Cuánto me amas? es una comedia?
Sí, por supuesto. Todas mis películas son comedias. Nunca he hecho una película seria. Todos mis personajes son medio bobos.

Parece una película menos tristes que las demás...
He pensado mucho en este reproche que me hicieron. ¿Por qué hay películas tristes y agradables, y otras tristes y desagradables? Desde Los rompepelotas hasta ésta, todas han sido tristes. Buffet Froid no es que sea triste, es que es más negra que el carbón. En cambio, ésta acaba bien. Es una película muy dinámica, muy estimulante. En la gente desesperada, como yo (y como muchos que hacen este trabajo, porque si no no lo haríamos), también hay mucha euforia. Pero es una euforia negra. Porque en la negrura suele haber esperanza. O al menos eso pienso yo. Sólo los pesimistas tienen derecho a esperar algo. La esperanza es resplandeciente cuando surge de la negrura absoluta. Jugar con la desesperación es muy difícil. Es una cuestión de proporciones. A veces haces películas, como me ha pasado a mí, donde esa proporción no está del todo lograda y acabas cayendo en el lado malo. Es como cuando una salsa no te sale bien. Las películas son así. Pura cocina.

En la literatura y en el cine, ¿se escribe siempre la misma historia, se rueda siempre la misma película?
Yo quiero hacer siempre la misma película, sólo que a veces me salen otras, a veces por razones que sólo yo conozco, de las que no podemos hablar.

1 comentario:

juanjo calvo dijo...

oh! q weno encontrar tu site, he visto la pelicula y me la he pasado rebien, hasta los ultimos 8 minutos en los q no encuentro ningun sentido, mi novia y yo nos hemos quedad mirandonos y cada uno lanzando hipotesis distintas, a mi la musica de Tosca inmediatamente me anuncio la muerte de daniela, pero auien murio fue él?, y luego ella cambia tras su muerte?, se vuelve una "señora"? me encantaria conocer opiniones, si aun no la han visto no habra q leerlas, claro, mi correo es jcalvo_b@hotmail.com
saludos